LEONCIO SUÁREZ IBÁÑEZ (1869-1933) El maestro que hizo historia en Vega de Pas

Extraído del libro Pasiegos emprendedores, su huella en la historia, de J. Javier Gómez Arroyo, LIBRUCOS, 2018.

Fue en el bello pueblo de Vejorís, perteneciente al municipio de Santiurde de Toranzo y junto al río Pas, donde vino al mundo en 1869 el pequeño Leoncio Suárez Ibáñez, y lo hizo concretamente en el denominado como molino de Vejorís, en el que su padre, proveniente de San Martín de Onís (Asturias) y casado con la vecina de la propia localidad Bonifacia Ibáñez Ortiz, pasiega de origen de la villa de San Pedro del Romeral, tenía instalado un negocio de molienda. La infancia y mocedad transcurrió en este valle atendiendo por igual su formación escolar y el negocio familiar, para posteriormente matricularse en estudios de Magisterio, obteniendo el título de maestro de Enseñanza Primaria en 1889. La localidad pasiega de Vega de Pas fue el primer destino que se le ofreció en la docencia, donde habría de transcurrir prácticamente la totalidad de su vida y en la que dejó marcada una honda y grata huella entre sus habitantes, imperecedero recuerdo de buenas obras de un maestro que se encargarían estos de transmitir a sus hijos y nietos, al punto de haber sido incorporado su nombre entre las más destacadas figuras que han marcado la historia reciente de la villa. Pero antes de hacer un esbozo sobre la vida del maestro, conozcamos un poco la historia de la humilde escuela en que logró tanto renombre.

Leoncio Suárez Ibáñez. Imagen extraída del libro Pasiegos emprendedores, su huella en la historia, de J. Javier Gómez Arroyo, LIBRUCOS, 2018.
 
   
Las escuelas de niños y niñas en la entonces provincia de Santander, al igual que las otras del territorio nacional, tenían por locales generalmente el propio domicilio de los maestros, casas alquiladas para tal menester o algún viejo templo religioso en desuso, como era nuestro caso en Vega de Pas. Para edificio didáctico los pasiegos habían elegido desde antiguo la ermita de San Antonio, cuya primitiva fábrica se erigió en el siglo XVII, yendo paulatinamente dejando sus funciones religiosas a lo largo del XVIII y terminando como liceo de los pasiegucos al final de esta centuria, ermita de la cual apenas queda resto alguno, salvo las piedras aprovechadas para conformar el nuevo edificio que, por mantener su carácter ascético, cuenta con un ábside cuadrado y fue levantado de nueva fábrica en el año 1867, para destinarlo exclusivamente a escuela. Situado en el casco del pueblo, muy cerca de su plaza, a día de hoy el pío y académico edificio alberga el Museo Etnográfico de las Tres Villas Pasiegas.
    En la segunda mitad del siglo XIX la Ley de 21 de julio de 1838 regía el plan educativo, autorizando a las juntas provinciales de Instrucción Primaria para nombrar a los maestros y a los miembros de las comisiones locales en cada uno de los Ayuntamientos. Pero, aún con estas prerrogativas, nuestra escuela no acababa de completarse de alumnado en los meses de invierno, por la ausencia de niños, que se resistían a acudir a clase por el frío o la nieve. Por este motivo se solicitarán, en 1850 y en sesión plenaria, escuelas denominadas temporeras entre los meses de enero a abril en los diferentes barrios de la localidad, para que los niños que no pudiesen acudir a las clases en la ermita durante los meses invernales no perdiesen el tren de la enseñanza y pudieran continuarlo con otros maestros, elegidos para tal menester en cada uno de sus barrios, correspondiendo la elección de estos a las comisiones locales de instrucción de cada Ayuntamiento: “… acordaron que no pudiendo concurrir los niños de los barrios en la estación de invierno a la escuela que hay en el centro de la villa, se pusiesen maestros en cada uno de los cuatro barrios y en el sitio más proporcionado y cómodo para todos en general, y les señalaban a cada maestro doscientos setenta y cinco reales por los tres meses de febrero, marzo y abril, cuya determinación se haga saber en Junta General para que los aspirantes a dichos magisterios presenten sus solicitudes al Ayuntamiento en el término de ocho días a contar desde el día del anuncio que será mañana…” (Sesión de 9 de enero de 1850 A.H.).

Antigua escuela de Vega de Pas. Plumilla de Alberto Quevedo Pérez. Imagen extraída del libro Pasiegos emprendedores, su huella en la historia, de J. Javier Gómez Arroyo, LIBRUCOS, 2018.

    El coste educativo corría por cuenta del Ayuntamiento y con la ayuda de los padres que “… por cada niño o niña que concurra a la escuela han de satisfacer mensualmente sus padres o personas de quienes dependan la cantidad de un real de vellón, a cuyo pago están obligados aunque no asistan a la escuela más que un solo día, cuyas cuotas cobrará mensualmente el Ayuntamiento o la persona que el mismo dipute al efecto, destinándose hasta donde alcance para pago de la asignación del profesor” (Sesión de 22 de mayo de 1854, A.H.). Aunque con el correr de los años los avances educativos habrían de desembocar en la denominada Ley Moyano de 1857, en la época de la reina Isabel II, con la que se pretendía acabar de una vez por todas con el problema del analfabetismo en España con una norma, con rango de ley, que regulase la compleja trama de la instrucción nacional, ley que regularía la educación nacional durante más de cien años.
    Elaborada por Claudio Moyano, de carácter e ideología liberal, la citada ley pretendía mejorar la caótica condición de la educación en nuestro país, estableciendo como primer paso una enseñanza primaria obligatoria hasta los 12 años y gratuita para quienes no pudieran pagarla, aunque en la práctica esto último dependería de la buena disposición de los Ayuntamientos de cada localidad. Los requisitos que esta ley exigía, para desempeñar la labor docente, eran tener veinte años cumplidos y estar en posesión del título de maestro, condiciones ambas que ya poseía el joven Leoncio Suárez Ibáñez en 1890 y quien se estrenará en el noble y sufridor arte de la educación, como maestro de primera enseñanza, en la villa pasiega de Vega de Pas.
    Su nombramiento como tal maestro tiene lugar el 10 de junio de ese mismo año de 1890, cuando comparece ante el alcalde y secretario de Ayuntamiento “don Leoncio Suárez Ibáñez, que ha sido nombrado maestro de instrucción primaria de esta villa, según comunicación que se une a esta acta y con objeto de ponerle en posesión de dicho cargo se levanta esta con la advertencia de que con dicho señor se guardarán todas las consideraciones propias del cargo y se le retribuirá con la cantidad anual de 825 pesetas y demás emolumentos legales…” (Acta de 10 de junio de 1890). La citada advertencia venía motivada por el fiasco producido dos años antes en los exámenes de Instrucción Pública de los niños de la escuela de Vega de Pas, que resultaron ser más que lamentables en 1888, “… pues habiendo en ella niños de hasta catorce años de edad, no hay uno que sepa leer y escribir medianamente ni tampoco las cuatro reglas fundamentales de aritmética y que en referencia a la instrucción de las niñas han encontrado a estas con conocimientos bastantes en lectura, escritura, aritmética en sus cuatro primeras operaciones y en doctrina cristiana” (leg 59, nº 2, dscn 1079) y todo por el mal obrar del anterior maestro, poco preocupado por que los niños dejasen continuamente de asistir a clase, ausentándose él mismo asiduamente también de su trabajo y llegando incluso a insultar al presidente y vocales durante el desarrollo de las pruebas de exámenes, acciones estas que motivaron el reproche del alcalde del Ayuntamiento, “… pues no es la escuela el sitio donde debe darle mal tratamiento a las personas, porque esto sirve de mal ejemplo a los niños o discípulos”. El Consistorio elevaría una queja a la Junta Provincial de Instrucción Pública, que traería como consecuencia la visita del inspector jefe de la provincia, don Tomás Romojano y García, que, en compañía de los miembros de la junta local de instrucción, acudirían a la escuela a examinar a los niños y así poder comprobar tan graves acusaciones en contra de su monitor, pero para colmo y vergüenza de los asistentes “… una vez en la escuela no pudo verificarse dicho examen por solo encontrarse en ella tres niños, dos de ellos menores de seis años, por otra parte el maestro se encontraba a la razón fuera de la localidad…” (Leg. 59, nº 2, dscn 1087).
    Tras este involuntario escarmiento y comprensible recelo del Ayuntamiento de la villa pasiega, don Leoncio Suárez pronto destacará por todo lo contrario. Su continua disposición, el cariño con los niños y la disciplina demostrada como estudiantes de estos últimos, pronto verá sus frutos en la escuela de Vega de Pas, a la que el propio maestro de Vejorís comenzará a dotar igualmente de material de escritura y libros didácticos, en ocasiones pagados de su propio bolsillo, aun cuando su sueldo no cubría tan siquiera sus propias necesidades. El viejo dicho de la sabiduría popular que reza “pasar más hambre que un maestro de escuela” hacia mella también en nuestro joven Leoncio Suárez y alude a la precaria situación económica a la que se vieron sometidos los maestros de enseñanza primaria durante el siglo XIX, profesión esta marcada por la penuria económica y la escasa consideración social que injustamente se tenía de los educadores. De ello se hizo eco nuestra prolífica escritora Emilia Pardo Bazán en alguno de los artículos escritos bajo el epígrafe de La vida contemporánea, publicados en La Ilustración Artística entre 1895 y 1916: “¿Educación?, para eso están los maestros de escuela con sus ayunos al traspaso y sus hambres calagurritanas…”. Aunque esta lamentable situación comenzaría a remendarse con el buen hacer del conde de Romanones, cuando ocupó la cartera de ministro de Instrucción Pública en 1901, que adoptará las medidas oportunas para que el pago a los docentes de escuelas primarias dejase de depender de los Ayuntamientos, que a menudo les debían meses de sueldo. Por Real Decreto de 26 de octubre de ese año de 1901, las atenciones de Primera Enseñanza dejan de depender de los Ayuntamientos y pasan a los presupuestos del Estado, honra de la figura del maestro que vería su culminación con el advenimiento de la II República, donde muchos de sus dirigentes, con Manuel Azaña al frente, y destacados ideólogos de la educación, como fue igualmente nuestro insigne pasiego el Dr. Enrique Diego-Madrazo, consideraban la formación pedagógica como base primordial para la modernización de nuestro país.
    Nuestro reputado maestro Leoncio contraerá matrimonio en 1893 con una pasiega de Vega de Pas, Matilde Ruiz Revuelta, fijando su residencia en el barrio de San Antonio de la villa, a escasos metros de su escuela, y con quien traerá al mundo a sus siete hijos, alguno de ellos dedicado igualmente a la docencia, como fueron Amparo, maestra en Parbayón, o el más joven, Cayo, maestro municipal de Santander. Todavía en estos años se valdrá del sobresueldo abonado por los padres capacitados económicamente y por la ayuda municipal para el alquiler de la vivienda: “Seguidamente, de común acuerdo el Ayuntamiento con los profesores de instrucción primaria de las escuelas completas de esta villa, Doña Asunción Fernández de los Ríos y don Leoncio Suárez Ibáñez, se convino fijar en ciento veinticinco pesetas la cantidad que cada uno ha de percibir en el ejercicio de 1892 a 1893 y siguiendo por razón de retribuciones de niños pudientes. También fijaron en sesenta pesetas la cantidad anual que ha de percibir el profesor Leoncio Suárez por alquiler de casa…” (Sesión de 28 de febrero de 1892 A.H.). Igualmente su seriedad y competencia harán que sean requeridos sus servicios como auxiliar de la secretaría del Ayuntamiento de la localidad pasiega en trabajos de estadística, implicación en la vida municipal que habría de traer más de un beneficio al mismo durante su larga residencia en la villa.
    En 1895 don Leoncio incorporará a su quehacer docente las clases particulares para niños que se encontraran ligeramente atrasados en su formación académica, por lo que en sesión de primero de diciembre de ese año se le concede permiso y llave de la escuela a Leoncio Suárez Ibáñez “… para que este pueda penetrar en su local, cuando tenga por conveniente, y sobre todo para que pueda seguir desde hoy mismo dando escuela nocturna de seis a ocho…”. Así mismo, su interés por la educación desembocará en el año 1900 en el ofrecimiento para dar clases a los adultos que deseasen poseer los conocimientos básicos de escritura, lectura y demás instrucción cultural, algo que reportaría igualmente beneficios a la comunidad con una sociedad de mayores que, por desgracia, contaba con una elevada tasa de analfabetismo. Los gobernantes de la villa, en sesión del 11 de agosto del recién estrenado siglo XX, “… y accediendo a la petición presentada por escrito por don Leoncio Suárez Ibáñez, maestro de la escuela completa de esta villa, le autorizan para que dé escuela nocturna para adultos y niños que comprenden desde la edad de diez años en adelante y de ambos sexos, abonándole de fondos municipales la cuarta parte del sueldo…”.
    Paralelamente, nuestro acreditado maestro comenzará la publicación de sus propios manuales de enseñanza para poder impartir sus clases, algo a lo que se veían obligados multitud de docentes de todo el territorio nacional. Conforme a las investigaciones de José Antonio González de la Torre sabemos que el nacimiento de muchas editoriales especializadas en la publicación de manuales escolares tuvo su origen precisamente en estos maestros que comenzaron vendiendo de manera directa a sus alumnos sus propios compendios, aunque esta labor bienintencionada estuviera también marcada por el recelo. Esto era debido principalmente a que las editoriales especializadas entendían la publicación propia por los maestros de manuales escolares como competencia desleal por diferentes motivos: “… entre ellos el ahorro de gastos de distribución, al venderse el manual en el propio centro, a los cuales los libreros sí tenían que hacer frente o el lógico interés del alumnado de la enseñanza privada por estudiar en los manuales de los profesores que les iban a examinar en reválidas u otros exámenes oficiales. Y cuando el autor era un inspector o inspectora, era criticada la posible influencia, bien directamente o a través de publicaciones especializadas, que sobre los docentes podían ejercer aquellos para que se usaran sus materiales” (González de la Torre, José Antonio. Manuales Escolares I: manuales publicados por profesores en Cantabria. CRIEME, Polanco).
    Sinceramente no creemos que en la mente de don Leoncio Suárez se hallase ninguna intención de convertirse en editor, más al contrario la disposición nada lucrativa demostrada por este hombre y su propio interés por la enseñanza le llevaron a publicar diversos manuales de Nociones de Geometría, Nociones de Aritmética y Nociones de Geografía en la imprenta de Blanchard y Arce de Santander en 1905, a los que se sucederían en este mismo año y publicadas en la misma editorial las Nociones de Derecho, Nociones de la Historia de España y Nociones de Fisiología e Higiene y una posterior de Nociones de Gramática Castellana, que tuvo gran acogida cuando fue editada en 1910 en la imprenta y librería de Vicente Oria, también de Santander y estando ya en esta última ocasión don Leoncio destinado como maestro en el municipio de Guarnizo. Sana intención por la enseñanza que en Vega de Pas fue suscrita ya con anterioridad por el maestro de instrucción primaria y discípulo de las Escuelas Pías de Villacarriedo don Juan Diego Madrazo en el año 1845 y que, lejos de contar con una imprenta, tuvo la santa paciencia de redactarlos uno a uno y a mano, pluma y tintero, conservándose un valioso ejemplar de estos y para nuestro recuerdo en el fondo de la biblioteca de la Asociación Científico Cultural de Estudios Pasiegos.
    La reputación del maestro de Vejorís no sólo será valorada por el propio Consistorio de la villa pasiega, también irá calando en las entretelas de sus vecinos y padres de sus alumnos que, en una sincera y sentida obligación de correspondencia, solicitarán a sus gobernantes en el año 1902 un reconocimiento para con don Leoncio: “… seguidamente se leyó de nuevo la instancia presentada al Ayuntamiento con fecha veinticuatro de septiembre último y suscrita por unos cuantos vecinos de esta villa en la que solicitan una gratificación para el señor maestro de la escuela pública completa de niños de esta villa en atención a sus buenos comportamientos y celo desplegados para la mejor instrucción de los alumnos que concurren a la misma, en su vista acordaron gratificar al señor maestro don Leoncio Suárez con la cantidad de cien pesetas…”, aunque esta generosa y merecida recompensa, debido principalmente a los raquíticos presupuestos de que disponía el cabildo, no debía por ello sentar precedente “… y sin que esto quiera decir que el Ayuntamiento quede comprometido a gratificarle en los años sucesivos…” (Sesión de 28 de diciembre de 1902, A.H.).
    Entre los años 1862 y 1936 se publicaron en la provincia de Santander casi una veintena de revistas periódicas que concernían al mundo del Magisterio, entre ellas El Eco de las Aulas, de 1869; La Voz del Magisterio en 1872; La Pedagogía Moderna en 1911 y otras similares que verían la luz, como cauce de comunicación en el ámbito educacional, entre los distintos grupos y sectores de la enseñanza deseosos de exponer sus ideas, acuerdos o proyectos de futuro. Por suerte, estos prospectos del sector de los maestros recibieron un fuerte empuje por parte de los recién estrenados Institutos de Enseñanza Media y Escuelas Normales, precisamente amparadas por la Ley Moyano de 1857 que hemos mencionado antes: “Estas publicaciones, cuya periodicidad solía ser semanal o decenal, eran fruto de pequeñas empresas locales formadas por impresores-libreros junto con un grupo de maestros-periodistas. El objetivo de cada una de ellas, que solían definir en sus primeros números, era la defensa de los intereses y derechos de los maestros. La situación del maestro y de la enseñanza por aquellos años era cuestión que preocupaba. A través del contenido de estas publicaciones se advierte cómo el colectivo de maestros se sentía amenazado por varios frentes: el abandono de los organismos competentes, las arbitrariedades del caciquismo, el desprestigio social y hasta la desunión del mismo colectivo” (Tapia Bon, Milagros. “La prensa profesional de magisterio en Cantabria”. Cabás nº 8, Revista Muesca.es).
    En muchos de estos boletines destacó Leoncio Suárez Ibáñez, colaborador de La Unión del Magisterio y de Secretariado y Magisterio entre 1903 y 1908, redactor de La Voz del Magisterio en 1906 o, ya como redactor-jefe, de La Pedagogía Moderna en noviembre de 1912, con artículos en los que se denunciaba el mísero y dispar sueldo que cobraban los maestros, los cochambrosos locales destinados a escuelas, la falta de material didáctico y sin olvidar el continuo absentismo laboral o los abusos típicos del caciquismo propio de esta época.
    Leoncio Suárez se mostraba igualmente preocupado por la situación administrativa del colectivo de educadores a los que regularmente se les iba informando con estos folletos sobre los concursos de traslados, las vacantes de escuelas, oposiciones, asambleas y un largo etcétera de causas, sin descartarse también algún que otro artículo de opinión, aunque estos últimos figurasen en numerosas ocasiones firmados por diferentes nombres fingidos por la todavía imperfecta libertad de expresión: “Entre las firmas de las distintas publicaciones eran normales los pseudónimos. Solían ser los artículos más polémicos, críticos o sarcásticos. Sus autores aprovechaban el que no se reconociera su identidad para expresarse más libremente. Algunos utilizaron hasta dos pseudónimos y firmaban con su propio nombre cuando el contenido era menos comprometido. En los enfrentamientos personales, que algunas publicaciones vivieron, se utilizaron los pseudónimos como escudo de los sucesivos ataques y críticas. A veces eran desenmascarados. Así, en un artículo de La Pedagogía Moderna del 17 de junio de 1912, Leoncio Suárez hace un alegato en contra del pseudónimo, aunque él mismo lo había utilizado y desvela que la autoría de Eduardo Anero está detrás del pseudónimo del “Maestruco”, colaborador asiduo de la otra revista profesional contemporánea” (Tapia Bon, Milagros. Obra citada). Este activismo de don Leoncio en la prensa profesional del magisterio se vería incrementado cuando fue nombrado presidente de la Asociación Provincial de Maestros de Primera Enseñanza de Santander en 1906.
    En Vega de Pas nuestro buen maestro se centrará en la dotación de material escolar para los peques pasiegos. Láminas de historia, mapas, libros, resmas de papel, tinta y hasta un globo terrestre que, para más señas, le costó 40 pesetas, incluyendo entre las facturas que obran en el archivo histórico de la localidad pintura, cristales, alguna que otra puerta nueva y demás necesidades básicas para una escuela. Su competencia le conducirá al tiempo a ejercer en el tribunal de oposición para los distintos maestros temporeros de las escuelas de barrio: “Seguidamente y de orden del señor Presidente se dio lectura, por el secretario, a las solicitudes presentadas hasta hoy, como último día del plazo concedido, por los pretendientes a las escuelas temporeras de los barrios de Yera, Viaña y Guzparras, hecho que fue y después de un pequeño examen de contabilidad, o sea matemáticas y escritura, sufrido por los pretendientes ante el profesor de la escuela superior de esta villa don Leoncio Suárez Ibáñez…” (Acta de 31 de octubre de 1903); sin dejar de colaborar con el consistorio en diferentes acciones y ejerciendo como perito mediador en alguna de sus obras, como fue el caso cuando la construcción del denominado puente de la Peredilla. Su éxito, como partícipe en diferentes revistas especializadas en el ramo del magisterio y como buen maestro que había demostrado ser, hará que se le ofrezca la titularidad de la escuela de Guarnizo por la Junta Provincial de Magisterio, buena noticia y suculenta oferta para él… pero que en Vega de Pas fue recibida como un jarro de agua fría.
    Pocas veces se ha visto el Ayuntamiento y plaza de su villa tan inundada por sus vecinos como el día 14 de enero de 1906, cuando sus regidores en sesión plenaria se reunieron “… para buscar una fórmula que hiciese desistir al maestro don Leoncio Suárez de su intento de trasladarse a otra escuela…”. El crecido prestigio profesional que se había ganado a pulso don Leoncio y un goloso aumento de sueldo, muy de necesidad para él y su numerosa familia, tenían la culpa. El desánimo entre los pasiegos no tenía consuelo. Las arcas del Ayuntamiento de la villa nunca habían sido boyantes y menos en esta época, con lo que sus gobernantes se veían incapaces de soportar esa diferencia de salario que le ofrecían en el nuevo destino. Don Leoncio tomó la palabra para agradecer el cariño demostrado por el pueblo de Vega de Pas y “… que se veía con dolor en el alma en la precisión de trasladarse…”. Aquello más que a cambio de destino sonaba a funeral para los pasiegos aunque, como buen tratante que había aprendido a ser en esta tierra ya, don Leoncio dejó caer que tal vez si el Ayuntamiento le indemnizaba en parte siquiera por medio de un aumento voluntario de sueldo, que no debía bajar de 275 pesetas, pues bueno… En un último intento se solicita por los padres y vecinos que el consistorio conceda el aumento de sueldo de 275 pesetas, que en definitiva era de merecer, “… ofreciéndose algunos de ellos a contribuir de su bolsillo particular a una suscripción popular con objeto de allegar la suma pedida…”, algo que don Leoncio, por su parte, no estaba dispuesto a consentir “… aunque agradeciéndolo en lo mucho que valía…”. Finalmente, para alivio del pueblo, la corporación aceptó suplir ese incremento de 275 pesetas “… deseosa de que al frente de la escuela continúe un maestro que ha dado pruebas de aptitud y laboriosidad, acordó acceder a la pretensión del señor Suárez con lo que a la vez satisfacía las aspiraciones del vecindario tan claramente manifestadas” (Acta de 14 de enero de 1906).
    De esta forma los pasiegos no dejaron escapar a tan estimado maestro, que siguió ejerciendo como tal en la villa por algunos años más y así don Leoncio y familia podían respirar un poco más desahogadamente en aquella apretada España. La satisfacción por los buenos resultados en los exámenes de instrucción primaria, sucesivamente celebrados por parte de los niños de Vega de Pas, no dejaba de crecer, siendo sus alumnos quizá los mejor preparados hasta la fecha en Vega de Pas, alguno de ellos incluso fue becado en estudios universitarios por cuenta del Dr. Madrazo años después, mecenas que en más de una ocasión también fue condescendiente con estos chiquillos de don Leoncio a los que colmó de regalos, siempre didácticos como era preceptivo en don Enrique, para su escuela. Pero un duro golpe habría de venirle al prestigioso maestro con el fallecimiento de su aún joven esposa Matilde Ruiz Revuelta, acaecido el 13 de noviembre de 1908 cuando contaba tan sólo con 34 años de edad. Quizá este vacío es lo que motivó que en 1910 aceptase su traslado como maestro a la localidad de Guarnizo (Astillero), brillando igualmente como destacado docente que era y donde publicó su última y exitosa obra Nociones de Gramática Castellana, finalizando su profesión de la enseñanza en el Hogar Cántabro años después. Nunca dejó de venir constantemente a Vega de Pas siempre que pudo. 
 

 
Portadas de dos publicaciones de Leoncio Suárez. Imagen extraída del libro Pasiegos emprendedores, su huella en la historia, de J. Javier Gómez Arroyo, LIBRUCOS, 2018.

    Don Leoncio, estando ya en Guarnizo, contraería matrimonio en segundas nupcias con María Rosa Tejera García, antigua compañera de magisterio que igualmente estuvo destinada como maestra de la escuela del barrio de Pandillo de Vega de Pas desde el año 1895 y con la que no tuvo descendencia. A punto de jubilarse, recibe un cálido homenaje en la ciudad de Santander el 21 de julio de 1933 y organizado por los empleados asilados y ex-asilados de la Casa Provincial de Asistencia Social, reconocimiento al que habría de sumar, el 17 de agosto de 1933, la consideración por parte del Ayuntamiento de Vega de Pas de nombrar a don Leoncio Suárez Ibáñez Hijo Adoptivo y Predilecto de la villa pasiega, algo de lo que desde luego era merecedor, haciéndole entrega, como recuerdo del que era ya su pueblo, de una preciosa placa en cobre y plata que representaba el cuadro de Las Lavanderas de Francisco de Goya y que hoy custodia con veneración su nieta María Ángeles Leguina Suárez. Lamentablemente poco disfrutaría don Leoncio de ambos honores, pues apenas tres meses más tarde el maestro que hizo historia en Vega de Pas, en Guarnizo y en toda Cantabria fallecía en su chalet de Villa-Rosa de la calle Valbuena de Santander el 10 de noviembre de 1933.
    Nacido en el noble pueblo de Vejorís de Toranzo, cuna solariega de nuestro escritor del Siglo de Oro don Francisco de Quevedo y viviendo prácticamente toda su vida en Vega de Pas, don Leoncio siempre presumió de estas dos mitades en que partió su corazón, sentimiento y orgullo del que alardeó y que en numerosas ocasiones dejó patente en sus escritos, como en aquél donde relataba los primeros bailes de romería en su vida:

“Fue unas veces, las más por ser en las tardes domingueras, el corro de aquél puebluco torancés que guarda mis primeras alegrías y dolores, el lugar de mi actuación… y por las fiestas de Vega de Pas, bajo el fresno centenario que cobijó a los gloriosos progenitores de los Madrazos, Pelayos, Ruices, Sañudos, Orias y miles de pasiegos cernidos por España…” (Artículo “El Baile” de Leoncio Suárez Ibáñez, publicado en el semanario regional El Porvenir, de Cabezón de la Sal, el 20 de febrero de 1916).
 
 
Fuentes consultadas

Bibliografía

    CAMPO ECHEVARRÍA, A. Periódicos montañeses (1808-1908). Cien años de prensa en Santander. Ediciones Tantín, Santander 1987.
   
CHECA GODOY, A. Historia de la prensa pedagógica en España. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2002.
   
GONZÁLEZ DE LA TORRE, José Antonio. Manuales escolares I: manuales publicados por profesores de Cantabria. CRIEME. Polanco.
   
GONZÁLEZ RUIZ, Juan. Viaje apasionado por las escuelas de Cantabria. Librería Estudio, 2010. Santander.
   
SÁEZ PICAZO, F. Catálogo de la Hemeroteca Montañesa, 1808-1976. Índice de publicaciones Montañesas de Santander y su provincia. Santander, 1977.
   
SUÁREZ IBÁÑEZ, Leoncio. “El Baile”. Semanario regional El Porvenir Nº 8. Cabezón de la Sal, 20 de febrero de 1916.
   
TAPIA BON, Milagros. “La prensa profesional de magisterio en Cantabria”. Cabas 8. Revista Muesca.es.

Archivos y bibliotecas y hemerotecas

    –Archivo Histórico de la villa pasiega de Vega de Pas.

Agradecimientos

    –María Ángeles Leguina Suárez, nieta de don Leoncio Suárez Ibáñez. Santander.

    Ramón Villegas López, editor e historiador.


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