FRANCISCO DEL PEROJO. BOTICARIO Y BOTÁNICO DE VARGAS A FINALES DEL SIGLO XVIII

En el gran libro de la historia antigua de la farmacia cántabra ocupa algunas destacadas páginas Francisco del Perojo, boticario que ejerció su profesión en Vargas allá por las últimas décadas del siglo XVIII y primeros años del XIX. Este personaje que rescatamos del país de los olvidados, además de procurar ungüentos y pócimas para el alivio de las dolencias de su amplia clientela, fue un botánico autodidacta que llegó a ser corresponsal o colaborador de la mayor institución española de la época dedicada a esta disciplina del saber, el Real Jardín Botánico de Madrid. Esta es su historia —y la de la saga familiar que le precedió y sucedió en la farmacia de Llano de Vargas—, o al menos lo que hemos averiguado de ella. 
 
El boticario. Dibujo de Louis Hébert. Licencia Wikimedia Commons.

    Francisco Severo del Perojo Villaelrriego (o Villa el Riego), que ese era su nombre completo, había nacido el 8 de noviembre de 1751 en Pámanes [1] , uno de los concejos que formaban la Junta de Cudeyo, en la Merindad de Trasmiera, hijo de Bruno del Perojo, cantero de oficio, y Francisca Antonia de Villaelrriego. Era, pues, nuestro protagonista trasmerano de cuna, pero torancés de adopción, pues donde ejerció su vida profesional y fundaría su familia sería en Vargas, Bargas de Toranzo, que también se decía, al casarse con una muchacha de este pueblo, Teresa de la Herrán Escudero.
    Para contar debidamente esta historia tenemos que empezar, precisamente, por la familia de ésta, concretamente sus padres. Teresa había nacido aquí el 2 de enero de 1767, siendo bautizada como Ysidora Theresa Josepha, hija de Lorenzo de la Herrán Herrera, originario de Pámanes como su futuro yerno, y Francisca Escudero Jilón, que era natural de Lanestosa (Vizcaya). Este Lorenzo de la Herrán era igualmente boticario y se había instalado en Vargas en el año 1763, según cuenta Sixto de Córdova y Oña en un artículo publicado en El Diario Montañés del primero de febrero de 1934 con motivo de cumplirse el centenario de la famosa acción de Vargas [2] . Por ello hay que decir que este señor, Lorenzo de la Herrán, fue el primer boticario de este pueblo —y quizás del valle—, al que Francisco del Perojo sustituyó una vez casado y asentado en el pueblo. La casa donde estuvo esta antigua botica aún sigue en pie.
 
Partida de nacimiento de Teresa de la Herrán, donde figura la firma de su padre Lorenzo. www.familysearch.org

    Profundizando algo más en este personaje clave en la historia de Vargas, decir que Lorenzo se había casado con Francisca en Liérganes el 25 de octubre de 1763 [3] , lugar donde residía su hermano mayor, Manuel de la Herrán, boticario de oficio según nos informa el Catastro del Marqués de la Ensenada (1753), por lo que intuimos que fue éste quien enseñó y habilitó a Lorenzo para ejercer la profesión. Ella era hija de Francisco Escudero, mayordomo de las Reales Fábricas de La Cavada y vecino de Riotuerto, por lo que ambos pertenecían a la «alta sociedad» de aquel rincón trasmerano. Este mismo año, como vemos, el matrimonio se instaló en Llano de Vargas. En el padrón de habitantes del pueblo de 1776 —en el que él figura como empadronador— ya aparecen mencionados el matrimonio y sus tres hijos (Bitorio, Teresa y Catalina).
    Era Vargas por entonces —y lo sigue siendo actualmente— un pueblo compuesto de dos barrios, El Acebal y Llano, y este último era donde estaba la botica que rememoramos. En 1753, época en que se realizó el Catastro del Marqués de la Ensenada, había en él 61 vecinos (33 viudas) y se contaban 68 casas habitables, 21 inhabitables y nueve arruinadas. Sus moradores eran eminentemente campesinos, no faltando, como en todos los concejos de su especie, varias familias de hidalgos acomodados, grandes propietarios que habitaban buenas casonas y palacios de espléndida labra. Contaba el lugar, además, con varios molinos, dos tabernas (una de ellas con cuarto para carnicería) y una feria de año que duraba tres días, llamada del Ángel. Por todo esto y porque se encontraba Vargas en un lugar bien situado, en un cruce de caminos y rodeado de muchos pueblos de cierta importancia, era harto idóneo para instalar una botica con visos de triunfar. De hecho, aún sigue habiéndola más de dos siglos y medio después de que el trasmerano Lorenzo de la Herrán llegara. Pero volvamos a Francisco.
 
Inmueble en Llano de Vargas donde estuvo ubicada la antigua botica de Francisco del Perojo. Fotografía R. Villegas.

    No andaríamos muy descaminados si diéramos por válida la teoría de que las dos familias de Pámanes, la de Bruno del Perojo y la de Lorenzo de la Herrán concertaran que el joven Francisco se trasladara a Vargas en calidad de mancebo o aprendiz de boticario al lado de quien después sería su suegro. La relación entre ambas se sustentaba en parte gracias al parentesco que las unía, ya que sabemos que Francisco y Teresa eran familia lejana, concretamente en cuarto grado de consanguinidad.
    Lorenzo de la Herrán falleció en Vargas el 4 de mayo de 1780, diecisiete años después de llegar al pueblo, siendo los actos fúnebres que se organizaron para despedirle del mundo de los vivos un ejemplo de los que se estilaban en La Montaña a finales del siglo XVIII cuando el finado era un miembro importante de la comunidad, y el boticario lo era. Parémonos un momento en ellos. Según leemos en su acta de defunción, redactada y firmada por el «cura del lugar de Bargas valle de Toranzo», que a la sazón era Francisco Antonio de Bustillo, comisario del Santo Oficio, su cuerpo fue enterrado al día siguiente en la capilla de Nuestra Señora del Rosario de la iglesia parroquial de Santa María, cubierto con el hábito de San Francisco. Además, entre otras disposiciones, quedaría establecido que por su intercesión se dirían cien misas en la parroquia más una en cada ermita «de las de este pueblo», y también en el convento de Nuestra Señora del Soto, en la de la Virgen de Valencia, en las Caldas del Besaya, en la ermita de San Lorenzo de las Presillas y en su parroquia, y en algún otro sitio de los alrededores [4] .
    Poco más de dos años después del óbito de Lorenzo, Francisco del Perojo y Teresa de la Herrán contrajeron matrimonio en Vargas, concretamente el 31 de julio de 1782, a los treinta y un años de edad él y tan sólo quince ella. De esta unión nacieron —todos en Vargas— cuatro hijos: María, bautizada como María Francisca Cándida del Rosario, el 3 de octubre de 1784; Bonifacio, bautizado como Bonifacio Manuel Fernando, el 14 de mayo de 1787; Luisa Antonia Pascuala, nacida el 17 de mayo 1789 y que murió con 3 meses de edad, y Cesaria, nacida el 12 de enero de 1792. Posteriormente Francisco tuvo otra hija fuera del matrimonio con una vecina del pueblo, llamada Antonia Sánchez González, a la que pusieron por nombre Rosa, nacida el 21 de febrero de 1795 y que fue reconocida por él. 
 
Acta del matrimonio de Francisco del Perojo y Teresa de la Herrán, de 1782.

No se conoce gran cosa de cómo eran las farmacias de finales del siglo XVIII y principios del XIX en nuestra tierra, pero nos las imaginamos no muy grandes de tamaño, meros cuartos con rebotica algunas, llenos de artilugios propios del oficio, como tarros, almireces… donde los olores que desprendían los ingredientes con que se elaboraban los brebajes lo invadían todo. Allí nos suponemos también al boticario y al mancebo, si lo hubiese, entregados a su ciencia [5] . Ya que hemos mencionado al mancebo, decir que Francisco tenía uno y lo sabemos gracias a la correspondencia que nuestro protagonista mantuvo con destacados miembros del Real Jardín Botánico de Madrid, asunto que más tarde veremos. 
Antiguo almirez para uso de farmacia.


    La colaboración con esta institución fue utilizada por el de Llano como argumento o reclamo propagandístico a la hora de publicitar su negocio, pues sin duda era un signo de distinción estar vinculado a ella. Así lo vemos en un anuncio que hizo insertar nada menos que en el Diario de Madrid del 2 de febrero de 1788, texto en el que sale a relucir un agente o representante que tenía en la Corte, de apellido Gutiérrez, que seguramente se trataría de un individuo oriundo de estos valles. Decía tal propaganda:

D. Francisco del Perojo, Boticario titular, y socio correspondiente con título de Botánica para el Real Jardín Botánico de Madrid despacha en su botica, sita en el lugar de Vargas, Valle de Toranzo, montañas y Obispado de Santander, un específico para fixar todo tipo de calenturas por rebeldes que sean, y hayan resistido a la mejor quina: son 12 tomas en consistencia de conserva, y lleva por ellas, 24 rs., dando por escrito el modo de usarlo. Se dará razón en la tienda de lienzos de D. Juan Gutiérrez, calle de Postas.

    Por un documento en el que figura el vecindario del «Lugar de Bargas» apto para Milicias, correspondiente al año 1795, dado a conocer por Antonio Esquivias, sabemos que además de boticario y corresponsal del Real Jardín Botánico de Madrid, era Francisco por entonces «visitador de las Boticas de las Cuatro Villas de la Costa de Cantabria [6]» , cargo que da una pista de lo importante y considerado que era el personaje. 
 
Firma de Francisco del Perojo.


    Sobre la faceta de botánico que desarrolló Francisco del Perojo, ciencia prima hermana esta de la que practicaban los boticarios, hace ya varios años Manuel Laínz Gallo, miembro del Centro de Estudios Montañeses, le dedicó un espacio en la Revista Altamira (Tomo L, 1992-93), compartido, eso sí, con dos hermanos campurrianos dedicados a las mismas tareas, que nos allana el camino para conocer más datos sobre la biografía de nuestro protagonista. En él, Lainz informa de varias cuestiones relacionadas con la labor que el de Vargas hizo en pos del conocimiento y clasificación de las plantas del país, colaborando estrechamente con el Real Jardín Botánico de Madrid, al que remitió un Catálogo de las Plantas que se crían en el lugar de Bargas y sus inmediaciones, cuia distancia se precisará, vistas por D[o]n Fran[cis]co del Perojo, Boticario en d[ich]o lugar y corresponsal del R. Jardín Botánico de Madrid. Año de 1796. Este autor dice sobre dicha aportación que «lo integran 383 binómenes y escasas pequeñas notas. He visto asimismo un apéndice intitulado “Las q[u]e al presente existen en el Jardín del mencionado Perojo son las siguientes”, que integran 223 binómenes, incluidos en el número los 20 de un apartado final sin orden alfabético (“De la sementera de este año se han de añadir”). El cuerpo del apéndice, como el catálogo, va en orden alfabético bastante cuidadoso. Sería bueno recuperar, o al menos consultar, este Catálogo. que pudiera estar aún en los fondos del archivo de Real Jardín Botánico. 
 
Luis Paret y Alcázar. El Jardín Botánico desde el Paseo del Prado (1790). Licencia Wikimedia Commons.

    En el artículo que mencionamos resulta muy interesante además la información que revela sobre la relación epistolar que nuestro botánico mantuvo en 1785 con altos responsables, autoridades científicas, de esta institución madrileña, como Casimiro Gómez Ortega (primer catedrático) o Antonio Palau y Verdera (segundo catedrático). De ellas se desprende, entre otros pormenores, que Perojo tenía un huerto o jardín botánico particular en Vargas donde sembraba y cultivaba un gran número de plantas, tanto locales como foráneas, muchas de ellas, seguramente, proveedoras de materia prima con la que elaboraba los específicos de su botica y después aplicaba a los demandantes de alivio.
    La hija menor de Francisco del Perojo, Cesaria, se casó con Ramón de Solórzano, nacido en Arce de Piélagos en 1794, también boticario de profesión, el cual, como ya empezaba a ser costumbre en esta familia, heredó el puesto de su suegro, pasando a ser el tercer «titular» por orden cronológico de la botica de Llano. Este matrimonio, según vemos en el padrón de habitantes de Vargas de 1830, tenía tres hijos, llamados Mateo (nacido en 1816), Fermín (nacido en 1819) y Justina (nacida en 1828) de Solórzano Perojo. No sabemos con exactitud cuándo comenzó a ejercer su ministerio Ramón, aunque en 1824 ya residía en Vargas con el oficio de boticario. En 1825 tuvo un pleito de hidalguía que se dirimió en la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid, Sala de Hijosdalgo, por el que se le reconocía su condición de hijodalgo notorio de sangre en el Valle de Toranzo, ya que era la misma que tenía en el Valle de Piélagos, de donde era originario. También sabemos de él que fue uno de los primeros facultativos que realizó analíticas de las aguas termales de Alceda (año 1842)  [7] y, como dato anecdótico, decir que era su persona quien regenteaba este establecimiento cuando los tambores de guerra sonaron en aquella memorable jornada del 3 de noviembre de 1833, en la que se destripaban mutuamente los seguidores de Carlos Isidro y la niña Isabel. 
 
Croquis de la batalla de Vargas. Al fondo el pueblo y la carretera de La Rioja que lo cruzaba. A la derecha el barrio de Llano, donde estaba la botica de Ramón de Solórzano, y el camino que le acercaba al puente de Carandía. En esta época aún no estaba construida la carretera Torrelavega-Vargas.

    Ramón de Solórzano falleció repentinamente a los 54 años de edad, siendo enterrado en el cementerio del pueblo el 2 de julio de 1848, por lo que no pudo hacer testamento ni recibir sacramento alguno, tal como dice el documento donde se certificaba su defunción [8] .
    El hijo mayor de Francisco del Perojo y hermano pues de Cesaria, Bonifacio Manuel Fernando, contrajo matrimonio a su vez con una hermana de Ramón de Solórzano, llamada Josefa, el 6 de febrero de 1815, fijando su residencia en Arce de Piélagos, donde él figuraba como «comerciante». De la unión de estos dos personajes vinieron a este mundo —todos pielagueses— nada más ni nada menos que una docena de hijos, llamados: Eleuteria, Francisco, Gregorio, Benito, Felipe, José, Leandro, Policarpo, Margarita, Tomás, Luis y Valentín. Esta familia se trasladó posteriormente a Torrelavega, donde ya la encontramos empadronada en 1840. En 1845, según Pilar Montero Parra, solicita por escrito que se le inscriba en la Sociedad Farmacéutica de Socorros Mutuos, pues Bonifacio era también boticario como su padre y abuelo, habiéndose licenciado en Madrid, el 14 de julio de 1815, el mismo año de su boda, contando 28 años [9] . Bonifacio y su esposa Josefa fallecieron en la llamada capital del Besaya, en 1853 él y 1869 ella. Esta rama de los Perojo salida de Bargas de Toranzo dieron a la historia torrelaveguense interesantísimas biografías, como la de Tomás, uno de estos vástagos de Bonifacio, que siguió la tradición de su familia convirtiéndose también en farmacéutico, y no digamos nada la de su hermano Benito, que fue un indiano que hizo fortuna en Cuba. Pero estas son otras historias.
    Regresemos a Vargas. Fallecido Ramón de Solórzano de manera inesperada en julio de 1848, quedó el puesto de farmacéutico vacante, pero no por mucho tiempo, ya que lo ocuparía como regente en noviembre de ese mismo año Higinio Íñiguez Villanueva, licenciado en Farmacia el 12 de mayo de 1848, natural de Canales de la Sierra, provincia de Logroño. «A él se debe el análisis de las aguas mineromedicinales de Puente Viesgo practicado en 1853. Sobre esta fecha, dejó el pueblo de Vargas, y se estableció en Madrid [10]» .
 
Uno de los cometidos de los farmacéuticos era el análisis de las aguas de uso público, entre las que se encontraban también las termales. Ramón de Solórzano analizó las de Alceda en 1842 e Higinio Íñiguez las de Puente Viesgo en 1853. En la imagen: fuente del Pradillo, recomendada para las dolencias del corazón, en Puente Viesgo, a principios del siglo XX. Colección R. Villegas.

    Una vez que se marchó Higinio, tomó el relevo como boticario del lugar Pedro José Francisco de la Quintana y Vélez. ¿Que quién era este señor?, pues, como no podía ser de otra manera, el yerno del propio Ramón de Solórzano. Nacido en Santibáñez de Carriedo el 29 de junio de 1823, se había casado con la única hija de éste, la señorita Justina Solórzano Perojo. Era Pedro licenciado por la Facultad de Farmacia de la Universidad Central de Madrid en 1851, por lo que estaba perfectamente habilitado para ejercer la profesión y defender sus intereses en la comarca ante los intrusos, cosa que sucedió en 1867, cuando «denunció, junto al Subdelegado de Farmacia, D. Leoncio Pérez del Molino, la apertura de una botica en Renedo, donde el titular era portador de un título falso [11]» . El infractor era D. Matías Leocadio Alonso, cuñado de D. Mateo Mazorra, farmacéutico de Quijano, condenándole la Audiencia de Burgos por este delito a ocho años de presidio.
    Algunas noticias más hemos encontrado en la prensa de aquellos años que hacen referencia a este hombre y la botica de Vargas, como por ejemplo que en el Boletín Oficial de la Provincia del 14 de marzo de 1862 aparece su nombre en la relación de propietarios que figuraban en el expediente para la expropiación de terrenos con motivo de la construcción de la carretera de tercer orden de Vargas a Torrelavega. En concreto le afectaba a la finca que rodeaba la botica, de labrantío y árboles, y a un prado. Falleció en agosto de 1876.
    Sabemos que Emilio Quintana Solórzano (1853-1923), hijo de Pedro Quintana, nieto de Ramón de Solórzano, bisnieto de Francisco del Perojo y tataranieto de Lorenzo de la Herrán, fue farmacéutico en Torrelavega y también que su hermano, José León Quintana Solórzano (1867-1937), se convertiría en un gran empresario —hoy se le llamaría emprendedor— dotando a su pueblo natal de riqueza material y también moral, al fundar aquí una fábrica de achicoria llamada «La Gloria Montañesa», un vivero de plantas y árboles (especialista en manzanos) titulada «La Granja de Llano», que daba trabajo a muchos lugareños y sería, además, cofundador del club de fútbol local Ayrón de Vargas. Por todo esto y por algunas cosas más a este personaje lo tenemos en el punto de mira para componer una biografía que haga justicia a su figura. 
 
Cabecera de una hoja publicitaria de la Granja Llano, fundada por José León Quintana. Colección R. Villegas.

    Para dar carpetazo a este artículo, volvamos al inicio.
    El 5 de noviembre de 1838 se dio cristiana sepultura en el cementerio parroquial de Vargas a Francisco del Perojo Villaelrriego —entendemos que fallecería un día antes, el 4—, a la edad de 89 años, viudo ya de Teresa, que lo hizo el 4 de agosto de 1832. Había hecho testamento el finado ante el escribano real Tomás Agüero el 7 de julio de 1827, declarando herederos a sus hijos legítimos, Bonifacio, María y Cesaria. Aunque había dejado dicho que se hicieran misas por su alma, estas, en un principio, los herederos no quisieron mandar celebrarlas porque el difunto no había dejado dinero para pagarlas, haciendo bueno el dicho aquel de «genio y figura hasta la sepultura». Así lo refleja Pedro González Sierra, cura de Vargas, en el acta de defunción de nuestro boticario que hemos podido consultar.
 
[1] Acta de bautismo de Francisco del Perojo. www.familysearch.org
[2] A esta botica iba Manuela García de la Macorra, que pasaría a la historia como la popular «La Vieja de Vargas», cuando se topó con las fuerzas carlistas en el camino, dando aviso a la expedición de Fermín Iriarte que se encontraba en las inmediaciones de Carandía, originando la trascendental acción de Vargas del 3 de noviembre de 1833.
[3] Acta de matrimonio de Lorenzo de la Herrán y Francisca Escudero. www.familysearch.org
[4] Acta de defunción de Lorenzo de la Herrán. www.familysearch.org
[5] Para conocer la historia de la farmacia en nuestra Comunidad es imprescindible consultar la siguiente obra: MONTERO PARRA, Pilar: Historia de la Farmacia en Cantabria del siglo XIX (2 tomos), Colegio Oficial de Farmacéuticos de Cantabria (2021).
[6] ESQUIVIAS SAIZ-PARDO, Antonio: Puente Viesgo: Semblanza Histórica de un Bello Municipio Torancés, Tantín, Santander 2023, páginas 640-641.
[7] MONTERO PARRA, Pilar: Historia de la…, Vol. I, páginas 348.
[8] Acta de defunción de Ramón de Solórzano.
[9] MONTERO PARRA, Pilar: Historia de la…, Vol. II, páginas 125-126.
[10] MONTERO PARRA, Pilar: Historia de la…, Vol. II, páginas 146-147.
[11] MONTERO PARRA, Pilar: Historia de la…, Vol. II, páginas 149-150.

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