EL PARADOR DE CORVERA Y LA FIGURA DE RICARDO MARTÍNEZ ABAD

La creación en 1785 del Real Consulado de Mar y Tierra de la Ciudad y Puerto de Santander supuso para Cantabria un hito de primer orden en la difícil transición de las viejas estructuras comerciales y financieras, herederas de la Edad Media, a las nuevas que traía el pensamiento ilustrado proveniente de Europa. Especialmente tuvo este organismo un papel notable en el resurgimiento del puerto, la mejora de los caminos que ya existían —el llamado camino de Reinosa sobre todo— y la construcción de nuevas vías de transporte, que se hacían necesarias tanto para acercar como para sacar las mercancías del puerto santanderino, ya convertido éste en uno de los nueve a los que se autorizó desde 1765 a comerciar libremente con las colonias americanas.[1]
    La obra más importante en la que se vio involucrada dicho Consulado fue la apertura del Camino de la Rioja (más tarde de Burgos y finalmente la N-623), infraestructura viaria muy demandada desde antiguo que pretendía unir nuestra capital con la rica Rioja y, por ende, el valle del Ebro. Esta carretera se vio envuelta en los primeros estadios de su proyecto en una gran polémica, ya que en un principio estuvo planeada para llevarla por el valle de Miera y puerto de Lunada, pero las intrigas e influencias en la Corte de un torancés de pro, Francisco de Bustamante y Guerra, hicieron que al final se trazara la nueva vía carreteril a través del valle de Toranzo y del puerto del Escudo .
 
Ilustración alusiva al Real Consulado de Mar y Tierra de la Ciudad y Puerto de Santander. 1785.
 
    Es, pues, que gracias a este singular hombre —el personaje más importante, sin duda, nacido en nuestro valle en toda la historia—, en gran medida la modernidad pisó por primera vez Toranzo, ya que gracias a esta carretera se impulsó el comercio y la industria local como nunca se había hecho, levantándose a la vera del camino multitud de ventas, paradores, fábricas, balnearios, etc., que dieron trabajo a los necesitados toranceses, que hasta entonces sólo tenían en la ganadería su principal fuente de sustento. Los pueblos por donde pasaba, por consiguiente, cambiaron para siempre. Uno de ellos fue Corvera.
    A partir del primer lustro de la década de 1800, época en la que se proyectó y construyó, el pueblo vio como su caserío fue transformándose progresivamente, articulándose en torno al camino nuevas construcciones dedicadas al servicio de los usuarios de la nueva infraestructura y también de los vecinos del propio concejo y de todo el valle. Así, se puso aquí una de las dos estafetas de Correos que atendían a Toranzo (la otra estaba en Ontaneda) y se abrieron establecimientos hosteleros, como alguna taberna y también un parador, que es el que vamos a rememorar a continuación.
    A falta de consultar algunos archivos que se nos antojan importantes —casi imprescindibles— para este tipo de investigaciones, tales como el Archivo Municipal de Corvera de Toranzo o el Histórico Provincial, podemos dar algunas pinceladas de su historia, las suficientes para entender la relevancia que tuvo.
    Las primeras referencias que hemos localizado sobre su existencia aparecen en dos números del Boletín Oficial de la Provincia de Santander de 1837, muy similares ambas. La primera es un anuncio insertado en el correspondiente al 26 de noviembre en el que la Junta de bagajes y suministros de la Etapa de Alceda de Toranzo había acordado «hacer el servicio de bagajes y suministros, que en dicha etapa ocurran para las tropas nacionales[2]  en todo el año próximo de 1838; por contrata en subasta pública, señalando para celebrar el remate, por todo o por partes, el día 6 del próximo mes de diciembre desde las 8 de la mañana a las 3 de la tarde en la casa posada pública de herederos de D. Juan de Nabamuel, en el lugar de Corbera, bajo el pliego de condiciones que estará de manifiesto en el acto del remate...». En otro anuncio, publicado el 24 de diciembre, remitido por la misma junta se decía que:

No habiendo tenido efecto el remate del servicio de bagajes de caballerías y carros; ni el suministro a precio fijo por ración de las que sean pedidas, y se hagan en dicha etapa por todo el año próximo de 1838, el día 6 de diciembre señalado al efecto: ha acordado la Junta sacar dicho servicio de bagajes y suministros de raciones a nuevo remate, señalando para celebrarle el día 30 del corriente mes de diciembre y hora de las 10 de la mañana en el parador de Nabamuel de Corvera en cuyo acto...

    A tenor de estas noticias sabemos, pues, con certeza que en 1837 había en Corvera un establecimiento público con rango de parador de cierta relevancia, cuyo dueño —seguramente el primero—, ya fallecido por entonces, se llamaba Juan de Nabamuel. ¿Cuándo se construyó?, ¿dónde estaba ubicado? y ¿cuáles eran sus características constructivas? son preguntas que hoy por hoy no sabemos contestar, aunque no descartamos que en un futuro lo podamos hacer, al menos en parte. En abril de 1839 aún se celebraban en este lugar los remates del servicio de bagajes de la Etapa de Alceda [3] .
    La siguiente referencia que encontramos en el tiempo del establecimiento que nos ocupa data de 1849 y es muy interesante. En el Itinerario descriptivo de Adanero a Santander pasando por Valladolid y Burgos, publicado en este año, documento de gran importancia para conocer cómo era nuestro valle a mediados del siglo XIX, dice respecto al tramo que pasaba por el pueblo que «a la izquierda [sentido sur-norte] está el parador nuevo de Corbera y antes de él varias casas». Así mismo, en las Observaciones que hace del lugar, apuntaba su redactor que el parador mencionado podía alojar hasta 100 hombres y 200 caballos. En estos momento Corvera contaba con 376 habitantes. Sin duda alguna se trataba de un punto significativo en la ruta.
 
Detalle del Itinerario topográfico de Madrid a Santander por Valladolid a Burgos, a su paso por Prases y Corvera. Biblioteca Virtual de Defensa.
 
    Y aquí viene lo jugoso del asunto. Prácticamente con toda seguridad, el «nuevo parador de Corvera» que menciona la fuente que aludimos anteriormente se corresponde con el edificio de piedra que hasta hace unos días existió al pie de la N-630, a la entrada del pueblo según ascendemos dirección Burgos. Se trataba de una construcción ideada para servicio de la carretera, de gran porte y robustez, provista de terreno cercado, cobertizos, agua y recintos anexos para uso de los carreteros, mayorales, viajeros y caballerías que, a mediados del siglo XIX y décadas posteriores, eran numerosos. El edificio en sí era de planta rectangular, de dos alturas más el bajo-cubierta, que era a cuatro aguas. La fachada principal era de buena piedra de sillería finamente labrada; las otras tres estaban armadas a base de mampostería y cal, salvo los vanos, que eran de sillares. Esta descripción sólo es válida para la planta inferior, ya que la superior se había construido con ladrillos macizos, lo que demuestra su antigüedad. En la planta baja estaba el local destinado seguramente a venta o mesón —posteriormente a taberna, como veremos— y otras dependencias que desconocemos cual era su uso. Hacia mitad de la fachada principal había un pasadizo que daba a las escaleras que conducían a la planta superior, la cual estaba dividida en varios aposentos o cuartos, supuestamente reservados para el descanso de los usuarios del parador.
 
Vista frontal del edificio que albergó el parador de Corvera, desaparecido recientemente. Fotografía R. Villegas.
 
    No se puede descartar que el antiguo parador de Nabamuel, mencionado anteriormente, estuviera aquí mismo y que éste fuera una ampliación de aquél, a juzgar por las características de los materiales de construcción empleados, principalmente el uso de sillería para la fachada principal, y el hecho que la planta superior se levantó a base de ladrillos macizos. Esto seguramente nunca lo sabremos.
    En mayo de 1854 Corvera aparece como un punto de recogida de pasajeros «de la parte de Toranzo» en el nuevo servicio de expediciones rápidas que la casa Bustamante y Gayo había inaugurado entre Santander y Madrid y viceversa [4], lo cual pone de manifiesto que en la década de 1850 este pueblo y su parador seguían siendo un referente en las comunicaciones por carretera del valle. Las informaciones sobre este lugar son, hasta el momento, prácticamente nulas en lo que quedaba de siglo [5] . Es de suponer que el parador fue languideciendo en la medida que lo fue también el transporte rodado tirado por animales: las diligencias, los coches de caballos particulares y las carretas de bueyes dieron paso paulatinamente a los vehículos a motor y al transporte en tren [6] .
    Y llegó el siglo XX, y con él la arribada a este «local de carretera» —ya reconvertido en esta época en una taberna frecuentada tanto por los usuarios de la calzada como de los vecinos del pueblo y del valle— un personaje que bien podríamos pintar como el prototipo de tabernero y tendero rural montañés. Nos referimos a Ricardo Martínez Abad. Junto a su esposa, Hilaria Huidobro Huidobro, llegó ya casado de Sedano (provincia de Burgos), de donde eran naturales ambos, muy a principios de siglo —hacia 1903—, instalándose en Prases, en casa de su cuñada Rosa Huidobro Huidobro, que junto a su esposo, el popularísimo Ildefonso Santamaría, también natural de Sedano, regenteaban otro establecimiento «histórico» situado al pie de la carretera de Burgos, «La Flor de Toranzo». En enero de 1904 todavía residían en este pueblo de acogida.
    Sin saber nosotros el cuándo ni el porqué, el caso es que Ricardo se instala en el antiguo parador de Corvera, ahora llamado «La Montañesa» [7] . Así figuraba tal bonito nombre perfectamente rotulado en el dintel de una de las puertas de entrada del establecimiento, encima del suyo propio, inscripción que aún era visible y legible el mismo día de la recientísima «defunción» del edificio. Aquí estuvo durante muchos años al frente del negocio, integrándose plenamente en la vida del pueblo, como señalaremos a continuación. 
 
Vista general del pueblo de Corvera en la primera mitad del siglo XX. En detalle, el antiguo parador visto por la parte trasera. En esos momentos era la taberna «La Montañesa», de Ricardo Martínez. Archivo R. Villegas.
 
    En 1911, concretamente el domingo 7 de octubre, fue testigo este local de Ricardo Martínez de un suceso trágico que por largos años se recordaría en todo el valle. Como solía suceder habitualmente en los ambientes tabernarios de entonces, ocurrió aquel día una tremenda pelea, una reyerta de las de antes en las que rápidamente salían de sus escondites las navajas y las pistolas. Los antagonistas en esta ocasión fueron dos parroquianos, el uno de Iruz y el otro de Corvera, que ya venían «picados» desde hacía tiempo, los cuales tenían sus correspondientes seguidores o compadres. Los preludios del altercado se originaron en otra taberna cercana a la de Ricardo, en el mismo barrio de San Juan, titulada «El Rinconcillo», propiedad de Jesús Gutiérrez, y prosiguieron en la de nuestro protagonista. El fatal choque entre los dos bandos se verificaría en el exterior de ambas tabernas, separadas por no más de 40 metros, ya bien entrada la tarde del citado domingo. La batalla campal allí habida se saldó con una persona fallecida por arma blanca —para ser más exactos, por una cuchillada en el pecho—, llamada Antonio Cruz, vecino del pueblo, y varios heridos de consideración. Ricardo, el tabernero, bien seguro que no olvidaría aquella jornada el resto de su vida [8].
 
Leyenda en uno de los dinteles del edificio donde se lee «Calle de San Juan». En este entorno fue donde sucedieron los trágicos sucesos de 1911. Fotografía R. Villegas.
 
    Con el paso de los años fue ganándose el aprecio social de la comunidad, pues ya en 1917 y sucesivos le vemos formando parte de las listas de los jurados del partido judicial de Villacarriedo, en concepto de «cabezas de familia y capacidades» [9] . Poco después figuraría en la lista de los mayores contribuyentes del municipio, llegando a ser el presidente de la Junta Vecinal de Corvera en 1931 [10] . Igualmente ya en 1914, al menos, hay constancia de que Ricardo, usando una parte de las instalaciones del antiguo parador, se hizo cargo de la parada de caballos sementales del Estado [11] , servicio que posteriormente se trasladaría San Vicente como sabemos. En 1924 el matrimonio Martínez-Huidobro y su familia aún estaban empadronados en la calle San Juan de Corvera, es decir en el mismo edificio donde tenían al taberna.
    Al principio de la década de 1930 [12]  nuestro hacendoso industrial cambió de barrio, instalándose ahora al otro lado de la carretera, en el llamado de la Ardilla, donde abrió al público una tienda de comestibles y bar llamada «La Neutral», por todos conocida, que también tenía un gran letrero rotulado que llamaba la atención, el cual, hasta no hace mucho tiempo, aún se advertía en la pared que daba a la carretera general. Ricardo Martínez Abad falleció en 1938 y había nacido en 1877.
 
Ricardo Martínez Abad. Archivo familiar.
 
    En cuanto al vetusto edificio y taberna que rememoramos, fue viendo a lo largo del siglo XX y parte del XXI cómo varios inquilinos tomaron posesión de él. De estos, recordamos a Pepe y su sobrino Carlos y ya a última hora a Miguel, época en que el local fue conocido por el significativo nombre de «La Troya». También tenemos que apuntar el hecho de que en uno de los cuartos de la parte baja de este edificio estuvo instalada durante bastante tiempo la primera centralita de teléfonos del pueblo, mientras que los pisos superiores se convertirían en viviendas para uso de varias familias.
    En fin, una edificación histórica que, con cerca de 200 años de existencia, ha visto pasar por la carretera que le dio el sentido de existir dos siglos de vida torancesa. Sus piedras cobijaron y contemplaron el tránsito de infinidad de personas y personajes de todo tipo y condición: franceses de los ejércitos de Napoleón; partidas carlistas y la soldadesca liberal que les perseguían; italianos del CTV; carreteros, boyeros, mayorales y espoliques; viajantes de comercio y vendedores de todas clases; chóferes de coches y camiones; viajeros conocidos y anónimos; parroquianos de aquí y de allá…

[1] Para entender cómo se puso en marcha el Consulado y las vicisitudes por las que pasó los primeros tiempos, es conveniente consultar la obra de Rafael Izquierdo, El Real Consulado de Santander y el impulso de las obras públicas. Una referencia al Camino de la Rioja 1785-1829, editado por la Autoridad Portuaria de Santander en 1996.
[2] Recordemos que en estos momentos se libraba la Primera Guerra Carlista.
[3] Boletín Oficial de la Provincia de Santander, 25 de abril de 1839.
[4] Boletín Oficial de la Provincia de Santander, 3 de mayo de 1854.
[5] Sabemos que en 1883 había en Corvera un establecimiento que podía corresponder con éste que estudiamos, regentado por un tal Fermín Díaz Santos. En su negocio había ocurrido un altercado entre varios operarios vizcaínos y montañeses que por entonces trabajaban en la construcción de la cercana traída de aguas a Santander, con resultado de un vasco fallecido. La Voz Montañesa, 14 de agosto de 1883.
[6]  El ferrocarril del Astillero a Ontaneda se puso en funcionamiento en 1902.
[7]  Curiosamente así se llamaba también un coche de caballos, propiedad del vecino de Alceda Ceferino Pérez, autorizado en 1875 para servicio público, enlazando la estación de tren de Renedo con Alceda. Boletín Oficial de la Provincia de Santander del 23 de agosto de 1875.

[8] El Cantábrico, 11 de octubre de 1911.
[9] El caso más dramático en el que tuvo que intervenir como miembro de este jurado sería durante la causa seguida por el asesinato de la vecina de Vargas Adela Pardo, tenido lugar en abril de 1917. El Pueblo Cántabro, 26 de noviembre de 1918.
[10] El Cantábrico, 09 de julio de 1931.
[11] Boletín Oficial de la Provincia de Santander, 22 de abril de 1914.
[12] Hay certeza de que este mismo año de 1930 ya estaban empadronados en barrio de la Ardilla.

 



Comentarios

  1. Como todos tus artículos siempre muy interesante, una suerte.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Artículos populares