LOS PUENTES-ACUEDUCTO DE VILLASEVIL Y SANTIURDE

Cuando el viajero penetra en el valle de Toranzo por primera vez, tanto si «sube» como si «baja», no deja de llamarle, seguramente, la atención una curiosa construcción que se asemeja a un acueducto romano que divisará al pie de la ladera que separa Villasevil de Santiurde. Esto viene ocurriendo desde hace casi ciento treinta años. Y en realidad, es eso, un acueducto, pero de época moderna, más concretamente de 1894. Esta es su historia.
    Ya comenzada la década de 1870, especialmente durante la III Guerra Carlista, la ciudad de Santander vio como se agravaba uno de sus mayores y más viejos problemas: la escasez de agua y la poca calidad de la misma. Las fuentes públicas habidas en la capital y sus aledaños ya no eran suficientes para saciar las necesidades de abastecimiento de una población que había crecido enormemente. Por esta época las fuerzas vivas de Santander, entre la que destacaba la figura de Antonio de la Dehesa, con su alcalde José Ramón López Dóriga a la cabeza, decidieron que ya era hora de construir una traída capaz de suministrar la suficiente agua a la ciudad, aunque esto supusiera traerla de lejos y el coste fuera elevado en términos de empeños y dineros, como así fue.
    Muy resumidamente contado, tras considerar varias opciones y proyectos que ya se habían puesto sobre la mesa en los años anteriores, se optó finalmente por acercar a la capital de Cantabria las aguas de unos manantiales que brotaban copiosamente en el «lejano» valle de Toranzo, concretamente en el pueblo de San Martín. Para tal propósito se constituiría la Sociedad Anónima para el Abastecimiento de Aguas de Santander, cuyo primer director gerente sería el propio Antonio de la Dehesa.
 
Antonio de la Dehesa y Zuasúa. La Ilustración Española y Americana del 8 de febrero de 1885.
 
    El proyecto se encargó al ingeniero Ángel Mayo, que en 1876 ya lo tenía perfilado. La solución fue una colosal obra de ingeniería hidráulica que conduciría, a través de un combinado de canal de piedra y tuberías de fundición, el líquido elemento desde los manantiales de La Molina (los cuatro principales son: La Pila, La Quintanilla, La Sovilla y La del Arca), en San Martín, hasta un gigantesco depósito situado en Pronillo de 16.000 metros cúbicos de capacidad, separados por 34,5 km, recorriendo los valles de Toranzo, Castañeda, Cayón, Villaescusa y Camargo. Las obras darían comienzo oficialmente el 25 de mayo de 1882 y se terminaron al finalizar 1884, aunque se inaugurarían posteriormente . La empresa que se hizo cargo de las mismas era belga, de Lieja, la Compañía General de Conducciones de Agua de Vennes se llamaba, cuyo ingeniero jefe, hecho venir a Santander para hacer realidad el proyecto de Ángel Mayo, era Mr. Juan Knoedgen .
    Dejando para otra ocasión lo concerniente a las características tanto de las captaciones en San Martín como de la traída propiamente dicha hasta el límite de nuestro valle con el de Castañeda, cuestión que se verificaba en el túnel de Colsa, vamos a centrarnos en esta ocasión en dos puntos de la obra que con el paso del tiempo se han convertido en sendos iconos fotográficos de nuestro paisaje: los llamados puentes-acueducto de Arroyal, en el barrio del Retiro, y el de Santiurde, al que aludíamos al comenzar este artículo.
 
Puente-acueducto de Arroyal, en Villasevil, fotografiado por Zenón Quintana en 1884.
 
    Sobre el primero, un periódico de la época decía en enero de 1885 que «el puente-acueducto para pasar el barranco del Arroyal, próximo al pueblo de Villasevil de Toranzo , es de sillería y sillarejo y se compone de siete arcos rebajados, de seis metros de luz cada uno y un metro y veinte centímetros de ancho, con pilas de sesenta centímetros de ancho y un metro y veinte centímetros de longitud; el acueducto en este puente tiene cincuenta centímetros de ancho y setenta centímetros de altura, con una pendiente de cuatro diezmilésimas en ciento trece metros de longitud» .
    Este puente sería —sin duda por la importancia constructiva que tenía— uno de los puntos de la obra que quedaría inmortalizado por el fotógrafo Zenón Quintana en 1884, imagen que mostraba el puente-acueducto recién terminado, pues aún se aprecian a su vera restos de acopio de materiales de construcción y algún operario. Esta fotografía sería utilizada igualmente para componer un grabado con tres imágenes de la traída de aguas a Santander que aparecería insertado en la prestigiosa revista La Ilustración Española y Americana del 22 de enero de 1885; dicho sea de paso, el único que haría referencia a nuestro valle en 52 años que tuvo de vida la publicación.
 
Composición referente a la traída de aguas a Santander. La Ilustración Española y Americana del 22 de enero de 1885. Colección R. Villegas.
 
    Las obras comenzaron al principio del otoño de 1882. Para mediados de julio de 1883 ya se habían construido las pilas y se empezaba el dovelaje de los arcos , de los que, bien avanzado octubre, ya estaban labrados la mayor parte de sus sillares. No tenemos datos sobre la fecha exacta de su terminación, pero seguramente hacía mediados del verano de 1884 ya estaría casi rematado.
    Años más tarde, este puente-acueducto daría «sombra» a la bolera del Retiro, uno de los «santuarios» de nuestro deporte vernáculo en Toranzo. Asimismo, junto a la estación del tren —puesta en servicio en 1902— y la taberna allí abierta, constituiría un rincón muy concurrido y de lo más pintoresco del valle.
    Nada más puesto en servicio el acueducto empezaron a surgir problemas en la infraestructura hidráulica, principalmente debido a la inestabilidad de los terrenos de algunos tramos por donde pasaba, lo que provocaba continuos desprendimientos y las consiguientes roturas, especialmente cuando llovía copiosamente. En Villasevil, concretamente, conocemos por la prensa local varias incidencias de este tipo en los años sucesivos a la inauguración de la traída, algunas de ellas realmente graves al producirse en pleno verano o en circunstancias alarmantes por cuestiones sanitarias, como ocurriría durante el cólera morbo de 1888 en Santander, en el que no faltó quien puso el ojo en las «arcillas» que provenían de una rotura en el acueducto a su paso por este pueblo torancés .
    Uno de estos «puntos calientes» se encontraba precisamente muy cerca del Arroyal, concretamente en la divisoria que separaba los terrenos de Santiurde y Villasevil, o lo que es igual, entre la arboleda de La Cavá y la ladera de Cotornal. En este paso, a cuyo pie se encontraba el paraje de Rual, ocurrió durante las obras de construcción uno de los varios accidentes mortales que tiñeron de sangre aquellas zanjas infernales. Era el 14 de febrero de 1883 cuando, efectivamente, se desprendió el terraplén de la trinchera que allí se estaba ejecutando, alcanzando a cuatro trabajadores, de los cuales dos resultaron muertos y los otros dos restantes con heridas bastante graves . Uno de los fallecidos era el señor Manuel Pérez de la Concha, natural de San Martín de Toranzo y residente en Santiurde, casado con Consuelo Pacheco, con la que tenía dos hijas, llamadas Antonia y Mercedes . Desde este funesto día aquel lugar pasó a llamarse «La Trinchera de los Muertos».
    Pues bien, en previsión de que una posible rotura en dicho sitio de tan malos recuerdos pusiera en riesgo el suministro a Santander, los responsables de la Sociedad Anónima para el Abastecimiento de Aguas decidieron ser precavidos, iniciando la construcción del hermoso acueducto curvo que hoy contemplamos. Esto ocurriría diez años después de que circularan las aguas por primera vez desde San Martín a Santander.
    En la memoria redactada tras la celebración de la Junta General de los accionistas de la Sociedad del año 1893 quedó escrito respecto a esta obra que:

    «En la ladera que hay entre las jurisdicciones de Villasevil y Santiurde de Toranzo, existe un trozo de acueducto conocido con el nombre de “Trinchera de los Muertos”, que venía ofreciendo hace tiempo muy pocas garantías de estabilidad, por lo que se proyectó la reconstrucción de esta parte en una extensión de más de 150 metros. Y como esta obra no podía ejecutarse en el mismo sitio de la existente sin deshacerla y cortar las aguas indefinidamente, ni tampoco el terreno en que así había de fundarse era de las condiciones apetecibles de resistencia, hubo necesidad de desviar el trazado hacia la izquierda unos 40 metros en su parte más saliente, dando lugar a un puente-acueducto de 11 arcos y 14 o 15 metros de altura máxima desde la superficie del terreno. De dicha importante obra sólo falta ya la solera y paredillas por donde ha de pasar el agua, con lo cual desaparecerá el mayor y verdadero peligro de una seria y prolongada interrupción en el viaje de “La Molina”» .
 
Memoria del año 1894 leída en la Junta General de Accionistas de la Sociedad de Aguas de Santander, celebrada el 23 de febrero de 1895. Archivo R. Villegas.

    Los trabajos preliminares comenzaron durante la primera quincena de abril de 1893  y fueron dirigidas e ideadas por el director facultativo de la empresa de aguas, José Ramón Cereceda. El coste aproximado estaba estimado entre 12 y 15.000 duros . El contratista era Narciso Cuevas, el mismo empresario que estaba construyendo en ese momento la traída de aguas desde los manantiales de Lloreda de Cayón hasta empalmar a con el de La Molina en Obregón de Villaescusa, también destinada a saciar la sed de la capital.
    El nuevo acueducto fue reconocido y recibido por una comisión oficial desplazada a Villasevil el día 26 de abril de 1894 —jueves, para más señas—, por lo que se deduce que se tardó un año completo en su construcción. Dicho séquito estaba formado por el alcalde accidental de Santander, Sinforoso Quintanilla, y los consejeros de la sociedad abastecedora de aguas Víctor María Cedrún, Bernardo Lloreda y Eduardo Téllez. También estaban presentes ese día en Rual los directores gerentes y facultativos, Martínez y Cereceda, además del contratista Narciso Cuevas. Desconocemos si fue invitado al acto el señor alcalde del municipio de Santiurde de Toranzo, que por entonces era Francisco Fernández Castillo. Una vez dada la conformidad, las aguas empezaron a correr por aquel canal a las diez de la mañana .
 
Acueducto en curva visto por la parte trasera. Año 2019.
 
    Para los aficionados a los datos técnicos de las obras diremos que el acueducto en curva de 11 arcos de Santiurde-Villasevil tiene una longitud de 159 metros. «Los arcos tienen 5 metros de luz y una altura media desde el plano de cimientos hasta la imposta y solera del acueducto de 11 metros y medio. De manera que la altura desde el terreno natural a la parte superior del nuevo acueducto en los arcos centrales es la respetable de 13 metros y medio; lo que hará que sean pocos los aficionados a recorrerlo por encima de las losas de tapa, que representan una faja de 1,85 metros de ancha, que le cubren. A los pilares, que van siguiendo la curva, les resulta un espesor medio de 3 metros y algunos centímetros, siendo verticales los paramentos interiores» .
 
Una vista de parte de las arcadas del acueducto. Año 2019.
 
    Según testimonio de algunos informantes, en mitad del puente existió ya hace muchos años una piedra a modo de mojón en cuyas dos caras opuestas rezaban los nombres de Villasevil y Santiurde respectivamente, manera de advertir a los posibles osados transeúntes que por allí se arriesgaran a pasar que se encontraban en la misma frontera entre los dos pueblos. Cuando este que escribe, de niño, intentó una vez realizar tan peligrosa travesía con sus compañeros de aventuras se ganó una de las mayores riñas que su padre, una vez enterado, jamás le propinó.
    Como dato curioso, y extraño a la vez, resaltar que, exceptuando la fotografía de Zenón Quintana, reseñada anteriormente, no existen —o al menos no conocemos— testimonios gráficos antiguos de estos dos puentes-acueducto, ni siquiera aquellos que inmortalizaran la construcción del más grande de los dos, el de Rual, aunque sólo fuera por lo espectacular que debió de ser todo aquel entramado de andamios y estructuras varias que facilitaban la labor del sin duda esforzado «ejército» de canteros, peones, carreteros… que se afanaban en levantar la obra.
 
Vista frontal del Puente Rual, que hace de soporte de un gigantesco letrero luminoso recientemente instalado.
 
    Ya hace mucho tiempo que el agua no corre por estas vetustas piedras al entrar en funcionamiento una gran tubería enterrada debajo de lo que fue la vía del tren contigua. Hoy en día el puente-acueducto en curva de Villasevil-Santiurde, rebautizado con acierto en la actualidad con el nombre de «Puente Rual», que, las cosas como son, es más amable que el de «La Trinchera de los Muertos», se encuentran él mismo y su entorno cubiertos de yedras, zarzas y otras malezas que tapan su esplendor y monumentalidad y nos recuerdan la poca o nula sensibilidad que tenemos en esta tierra por la conservación y decoro de nuestro patrimonio construido, en este caso relativo a las antiguas obras públicas .
    Mientras alguien decide si este testimonio pétreo de nuestro pasado merece algún tipo de figura legal protectora, algo que según parece ya se ha solicitado, sin éxito por ahora, no estaría de más que el dueño o titular de la estructura procediera a su limpieza.
 
[1] DE LA DEHESA, A.: Apuntes para la historia del Abastecimiento de Aguas de Santander dedicados por el autor al Excmo. Ayuntamiento, Santander 1884.
[2] Sobre esta infraestructura hidráulica existe un trabajo monográfico publicado en 2004 cuyo autor es Modesto González Cañibano.
[3] Sin duda aquí el redactor metería la pata, ya que no es que estaba próximo, sino que se encontraba en el mismo Villasevil.
[4] La Verdad (Santander), 28 de enero de 1885.
[5] El Correo de Cantabria, 18 de julio de 1883.
[6] El Atlántico (Santander), 9 de septiembre de 1892.
[7] El Correo de Cantabria, 16 de febrero de 1883. Este fue el único periódico consultado que se hizo eco de la trágica noticia. Entonces la muerte de dos trabajadores no tenía importancia para los medios de comunicación, o por lo menos no la suficiente para ser destacada.
[8] Esta Mercedes, como su padre, también fallecería por ahogamiento, en este caso en un terrible accidente ocurrido en el Pas. Datos proporcionados por Carmen Portilla.
[9] Extraído del diario La Atalaya del 2 de marzo de 1894.
[10] El Aviso (Santander), 25 de abril de 1893.
[11] El Correo de Cantabria, 23 de octubre de 1893.
[12] El Atlántico, 28 de abril de 1894.
[13] La Atalaya, 28 de abril de 1894.

 Ramón Villegas López
Editor

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