EL REAL VALLE DE TORANZO Y LOS GONZÁLEZ ECHEGARAY
Entre los descendientes dignos de perpetua memoria del Valle de Toranzo se encuentran los hermanos González Echegaray, cuatro de los cuales —Carlos, Rafael, María del Carmen y Joaquín— dedicaron gran parte de su tiempo a la investigación histórica. Quizá sea María del Carmen la que tiene una obra más diversa, ya que ha tratado asuntos de heráldica, historia local, arte, etnografía y folklore. Carlos es autor de estudios africanistas y vascos. Rafael, de numerosos estudios marítimos y navales. Y, por último, Joaquín fue arqueólogo en Cantabria y en Oriente Próximo, pero también biblista, historiador y etnógrafo.
De todos ellos, sería María del Carmen quien se acercase como investigadora al valle de sus ancestros toranceses y, fruto de ello, publicó en 2002 su libro más íntimo, Los González Echegaray, una historia de 150 años en la que narra el proceso de reunión de familias de siete orígenes geográficos distintos en la generación de ella y sus hermanos. Y es que en la genealogía de los González Echegaray confluyen leoneses, vascos, vasco-franceses, murcianos, asturianos, sobanos y toranceses y María del Carmen estudia a todos ellos con igual interés, pero es el capítulo “El Valle de Toranzo, cuna de mi abuela materna”, el que comienza con estas palabras: «Me temo yo que este capítulo no va a ser todo lo ecuánime que debiera… me temo que voy a dejarme llevar por la emotividad y entusiasmo que en mí despierta esta tierra materna».
Mª del Carmen González Echegaray trabajando en su despacho. Fotografía gentileza del Centro de Estudios Montañeses. |
El Valle de Toranzo es, junto con el de Soba, la raíz cántabra del árbol genealógico que se desarrolló para dar el fruto de los hermanos González Echegaray. Sin embargo, como se puede ver en las líneas anteriores, la autora tiene una vinculación distinta, particular, especial, con la comarca torancesa. Quizá la razón esté en el hecho de que su abuela paterna era originaria de Quintana de Soba, pero había nacido en Santander. En cambio, Josefa Abascal Pacheco llegó al mundo en Santiurde de Toranzo en 1845, y cuando la trasladaron a la capital de Cantabria ya tenía siete años y llevaba en sí la esencia misma de su valle, como mostraban sus apellidos Pacheco, Rueda-Bustamante y Cevallos, ya que el primero es, al parecer, de remoto origen pasiego. Todo esto, quizá es lo que lleva a María del Carmen a dedicar bastantes más páginas a esta rama de la familia que a la sobana.
Hasta aquí unas pinceladas de la relación parental de los González Echegaray con el Valle de Toranzo. Más detalles se pueden leer en el mencionado libro, publicado en 2002 y reeditado el pasado 2021 dentro de las jornadas Camargo y los González Echegaray, que el Ayuntamiento de Camargo organizó para homenajear a esta familia de investigadores a través de una exposición y varias conferencias.
En el caso de María del Carmen hay además un trabajo que, en su momento, aportó mucha luz al conocimiento de la historia y las tradiciones de la comarca que nos ocupa. Se trata de Toranzo. Datos para la historia y etnografía de un valle montañés, editado por la Institución Cultural de Cantabria en 1974 y que está dedicado a la abuela materna de la autora: «A la memoria de mi abuela Josefa, torancesa por sus cuatro apellidos: Abascal del Prado; Pacheco de la Portilla; Rueda-Bustamante y Ceballos-Liaño». Libro que empieza refiriéndose a otro torancés de origen, Amós de Escalante, que recordó a ese entorno en su libro Costas y montañas, aunque ella le pone, quizá por su cariño al valle materno, una pega: «lo recorre rápido en un viaje provincial, deteniéndose apenas en los recuerdos entrañables de su infancia, alargándose algo más en detalles geográficos e históricos, y dejándonos en la premura de su camino la promesa golosa de un más largo y detenido estudio de aquel su valle montañés».
Portada del libro Toranzo. Datos para la historia y etnografía de un valle montañés, de Mª del Carmen González Echegaray, editado en 1974 por la Institución Cultural de Cantabria. |
Tiene otro dolor con respecto a esa querida comarca familiar; se queja de que, a pesar de ser Toranzo tierra de literatos, no se ha escrito aún la historia del valle, labor que tampoco ella se propone llevar a cabo por parecerle demasiado compleja para sus posibilidades, limitándose a recoger información de aquellos legajos y archivos a los que pueda acceder. Es algo que deja claro en el subtítulo de la obra, que habla de datos para la historia y etnografía. Y es con esos datos con los que consigue ofrecernos una amplia información histórica y etnográfica, a pesar de que no articula el clásico relato en el que se van exponiendo los acontecimientos por orden cronológico.
Lo que logra resulta, hay que repetirlo, un estudio de notable valor y el mejor acercamiento que hasta hoy se ha hecho a la actividad humana y las efemérides sociales experimentadas en el valle de Toranzo en el decurso de los siglos.
Centro de Estudios Montañeses (CEM)
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